¿POR QUÉ EVITAMOS HABLAR DE POLÍTICA… Y POR QUÉ ES NECESARIO HACERLO?-Ensamble Espiritual-Episodio 12
humberto@beeon.co
En este nuevo episodio de Ensamble Espiritual toco un tema que considero urgente y transformador:
La necesidad de volver a hablar de política en nuestras casas y en nuestras empresas.
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Durante años se ha instalado una idea casi sagrada en muchos hogares: “En esta casa no se habla de política.” Del mismo modo, en numerosas empresas se repite el mantra: “Aquí nos enfocamos en el negocio; los temas políticos son externos.” Aunque estas frases suenan prudentes, realmente esconden un problema profundo: la renuncia al diálogo, a la argumentación y, en últimas, a la responsabilidad ciudadana.
La polarización que vivimos no es casualidad. Tiene raíces en la falta de debate político en los dos espacios donde más deberíamos ejercitar el pensamiento crítico: la familia y las organizaciones. En el hogar aprendemos a dialogar, a discernir, a confrontar ideas y a forjar criterio. En las empresas ponemos nuestros talentos al servicio de otros y participamos en decisiones que impactan directamente a la sociedad. Cuando esos dos espacios callan, la sociedad completa pierde su brújula.
El silencio familiar: un enemigo silencioso del criterio
Muchas familias creen que evitar hablar de política mantiene la armonía. Pero lo cierto es que, al esquivar estos diálogos, no protegemos la paz: la debilitamos. Renunciar a conversar sobre política es renunciar a nuestra voz y dejar vacíos que serán ocupados por personas menos aptas, menos íntegras o menos preparadas para dirigir los destinos de un país.
El silencio tiene consecuencias. Cuando no debatimos, atrofiamos la capacidad de argumentar y de detectar el engaño. Quedamos expuestos al populismo, a las noticias falsas, a la manipulación emocional y a la polarización fácil. Y lo más grave: sin entrenamiento en la conversación política, muchos solo encuentran un recurso al discutir: el insulto.
Donde no hay argumentos, siempre llega la agresión.
Además, la falta de participación ciudadana abre la puerta a Estados cada vez más grandes, más controladores y más tentados a premiar o castigar a los ciudadanos según su alineación política. Cuando los menos aptos gobiernan, la libertad se vuelve un privilegio y no un derecho.
Hablar de política en casa no es un riesgo; es una vacuna. Es un entrenamiento para la ciudadanía adulta. Es una herramienta para la libertad.
La responsabilidad política de las organizaciones
El silencio en las organizaciones no es menos problemático. Según el Edelman Trust Barometer 2025, las empresas son la institución en la que la gente más confía, muy por encima de gobiernos, ONG y medios de comunicación. No es extraño: el ADN de toda empresa está ligado a resolver problemas y crear valor. Las empresas conocen el mundo real, sus retos y sus oportunidades.
La sociedad espera que los líderes empresariales asuman un rol activo en el debate público. Sin embargo, muchos temen participar por miedo a represalias, tales como regulaciones, sanciones, barreras burocráticas o dificultades en la contratación estatal. Esa autocensura es un error estratégico y ético.
Por otro lado, unos pocos empresarios que han caído en la trampa del soborno, del engaño y la deshonestidad han contribuido a distorsionar la percepción sobre el sector privado. Y el silencio de la mayoría les permite a quienes atacan la libre empresa amplificar esa narrativa.
La verdad es clara: las empresas son la única institución capaz de generar riqueza, bienestar y paz. Pero para sostener esa legitimidad deben honrar la confianza social, operar con propósito y participar activamente en la vida pública.
¿Qué hacer en las familias? Construir el músculo del debate
El hogar debe convertirse en un laboratorio de conversación. No se trata de pelear, sino de argumentar, disentir, preguntar y construir criterio.
1. Promover el debate con acuerdos sobre lo fundamental
Antes de hablar, la familia debe tener claro el objetivo común: el bien común. Cuando todos buscan lo mismo —un país mejor, una ciudad más justa, un futuro más próspero— las diferencias se convierten en fricción creativa, no en destrucción emocional.
2. Desarrollar el arte de conversar
Montaigne lo resumió hace siglos, pero hoy está más vigente que nunca. Algunas de sus claves son esenciales:
Ordenar las ideas y sustentarlas con argumentos.
Apreciar a quien nos contradice; es nuestro sparring intelectual.
No hablar para convencer, sino para disfrutar.
Recordar que podemos estar equivocados.
Usar la conversación para poner a prueba nuestras ideas.
Mantener un pensamiento crítico vivo.
Evitar generalizaciones fáciles.
Reflexionar sobre lo que aprendimos del otro.
Debatir no solo fortalece la democracia: fortalece la familia. Cuando debatimos, todos ganamos.
¿Qué hacer en las organizaciones? Activar la voz colectiva
Las empresas deben convertirse en espacios donde el disentimiento sea bienvenido y donde exista confianza para debatir sin miedo.
1. Honrar la confianza social
Si la sociedad confía más en las empresas que en cualquier otra institución, esa confianza debe ser merecida. El capitalismo consciente ofrece un norte: operar con propósito, generar impacto positivo y considerar a todos los grupos de interés —empleados, clientes, inversionistas, proveedores, comunidad y gobierno— como aliados en una misma misión.
2. Educar políticamente a los colaboradores
Las empresas deben ser vehículos de formación ciudadana. No para adoctrinar, sino para dotar a las personas de criterio, pensamiento crítico y herramientas para la toma de decisiones.
3. Participar activamente en el debate público
Una empresa que actúa con propósito obtiene credibilidad, respeto y autoridad moral. Su voz se vuelve necesaria para defender la libre empresa, la libertad individual y la prosperidad colectiva.
Pensar, hablar y hacer política: un camino inevitable
Hablar de política en casa inspira a pensar políticamente. Pensar políticamente conduce a hablar políticamente en más espacios. Y cuando hablamos con claridad, con argumentos y con propósito, el paso natural es participar activamente en política. No como militantes de un partido, sino como ciudadanos íntegros que ejercen su derecho y su deber de influir en el rumbo de su país.
No podemos delegar la tarea de construir la sociedad a unos pocos. Ser indiferentes no nos deja en paz; nos deja vulnerables. Participar, por el contrario, nos fortalece y fortalece al mundo que dejamos a quienes vienen detrás.
Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar el diálogo político en las casas y en las empresas. Sin miedo. Con propósito. Con argumentos. Con respeto. Y con la convicción profunda de que el bien común es un proyecto que nos involucra a todos.
Hablar de política no destruye; construye.
No divide; depura.
No confronta; eleva.
No amenaza; fortalece.
El mundo necesita que volvamos a hablar. Y que lo hagamos mejor que nunca.
Estamos de acuerdo?